Qué duda cabe que una de las grandes novedades que ha traído internet a nuestras vidas es la revolución en los hábitos de compra de los consumidores. Aunque en países como España ha tardado en implantarse esta nueva forma de comprar, lo cierto es que hoy ya podemos decir que la compra por internet de casi cualquier tipo de bien o servicio, es ya algo normal.
En el siguiente enlace se puede profundizar en los datos, https://bit.ly/2UVzDvK.
La verdad es que parece totalmente lógico. Comprar algo por el canal on-line es cómodo, rápido, seguro, nos permite comprar en cualquier momento desde cualquier lugar, tiene garantía, etc., etc. Lo que por otra parte no quita esas maravillosas tardes de compras en alguna zona de tiendas de tu ciudad o en un agradable centro comercial, pero de eso hablaremos en otro post.
Supongamos que me quiero comprar, por ejemplo, una lavadora, un viaje o un abrigo. Puedo entrar en multitud de tiendas on-line el viernes por la noche, comparar tallas, colores, precios, itinerarios, incluso puedo hacerme una idea clara del ruido que hace la lavadora o de la textura de la tela, ver comentarios de otros compradores, etc. que hagan que mi compra sea un acierto y me satisfagan totalmente.
Subiéndose a esta ola de internet, un buen amigo, (muy tecnológico por cierto), acaba de realizar un curso on-line en Técnicas de venta, que por supuesto también adquirió de manera on-line sin hablar con un comercial “humano”. Qué sorpresa cuando me cuenta que su experiencia no ha sido tan positiva como cabía esperar. Reconozco que no me ha extrañado demasiado, me explico.
Una formación on-line, de las muchas de calidad que hay, puede estar perfectamente estructurada en los contenidos, disponer de una gran software muy intuitivo y visual, etc. pero me temo que le faltará siempre ese valor añadido inmaterial que es la interacción personal entre formador y participantes, y también entre los propios asistentes, la comunicación (tanto verbal como no verbal) personal, real e inmediata, la discusión y el intercambio de opiniones, la solución de dudas, el intercambio de opiniones, el feedback, la mayor implicación del participante, etc. en definitiva todo eso que en el fondo la mayoría pensamos: que realmente se aprende más y mejor en una formación presencial.
Y es que, comprarse una lavadora, un viaje o un abrigo, no es lo mismo que formarse para ser mejor profesional.